En verano, Semana Santa, primavera o Navidad. La Borrega siempre estaba allí
esperándonos, apenas a un minuto andando de la casa de mi Abuela Charo, en
Sanlúcar la Mayor. Te acercabas y tocabas un par de veces a su ventana entreabierta para que dos minúsculos bracitos y un rostro anciano hecho al cuerpo de
una niña débil te preguntaran: ¿Tú de quién eres, de María José y de Patricio? ¿Qué
eres el mediano o el mayor? El sonido de la telenovela en el televisor se
apropiaba del silencio…
...Hasta que mi respuesta tímida dibujaba una sonrisa evidente
en el rostro de aquella señora a la que tanto me gustaba visitar siempre que
una peseta caía en mis manos. El polo de nieve era uno de los atractivos del
verano: los tenía de naranja y de limón; de coca-cola e incluso de menta; una delicia
que debías saber administrar para que te durase en el camino hasta la Plaza.
Gusanitos, manzanitas,
chimos, escalofríos, Kikos, regaliz… Ir al Quiosco de La Borrega era toda una experiencia para los sentidos que me
acompañara siempre. Recuerdo el tacto de las rejas frías en mis manos, el tocar
en su cristal durante todo el año y en la persiana durante las siestas del
verano. Discúlpeme, Antonia, si alguna vez interrumpí su descanso. Le doy las
gracias por haberme endulzado la infancia. Soy Antonio, “el mediano de María
José y Patricio”.
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