domingo, 6 de mayo de 2012

EL REFUGIO DE LOS RECUERDOS

Aquella noche tampoco pude reprimir las ganas de buscar cobijo entre mis padres. Era invierno. Había tormenta y cada vez que un rayo rompía el cielo se iluminaba mi habitación y se oscurecía mi mirada. Caminé hasta la puerta de mi cuarto, la abrí y recorrí el pasillo hasta la habitación de mis padres. Allí, sintiendo la reconfortable sensación del paso del mármol al parqué, me hice fuerte entre mi madre y mi padre y respiré tranquilo. Nada ni nadie podía hacerme daño. Me dormí (...)

-Y regreso a los primeros años de mi vida. Caminando sobre unas enormes zapatillas que se mueven solas y me llevan al cuarto de baño. Unas zapatillas que hablan y me enseñaban las claves para hacer pipí sin marchar ni mancharme. Unas zapatillas que por entonces anunciaban sus primeras canas.
-Y regreso a una tarde de miércoles en Jardín Atalaya; vuelvo del colegio junto a los amigos a los que he invitado a mi fiesta de cumpleaños. Ese día todos quieren sentarse a mi lado en el autobús. Al llegar a casa el timbre avisa a mamá, que abre la puerta cosida a una sonrisa y nos besuquea a todos... ¡Felicidades, Toñitito! En la mesita de la salita de estar hay un banquete. Fanta de limón y de naranja; cocacola; patatas fritas de todos los colores; pequeños bocadillos; chuchería... diversión y recuerdos...
-Y regreso a un sábado cualquiera a media mañana. Mi madre me ducha y me viste. Papá me peina como a un monaguillo. Pasar la mañana en el Mercado del Arenal era toda una aventura de los sentidos. El olor del puesto de encurtidos y mi hermano poseído por la magia del vinagre; ese frutero que te daba a probar una picota; o el carnicero que prometía a mi madre que su carne era la mejor... y sobre todo aquel vasito de lima que compartía con celo junto a mi hermano. ¡A quién le duraría más!
-Y regreso a una siesta en el sofá de casa. Mi cabeza reposando sobre el regazo de mamá, que me atusa los rizos y me lleva al sueño de mediatarde. Mi padre descansa el sofá de al lado. 
-Y regreso a una tarde cualquiera a la vuelta del colegio. ¿Y las notas? pregunta mamá; Aún no me las han dado, respondo yo; Hemos llamado a tu tutor, han vuelto a quedarte a las matemáticas...
-Y regreso al abrazo de mis padres cuando supieron que había aprobado el carnet de conducir a la primera; o a la mirada cómplice de mi madre en el día de mi graduación como periodista; o al gesto de aprobación de ambos cuando comprobaron que la educación que me dieron durante años iba surtiendo efecto (...)

Y despierto de nuevo, refugiándome en el recuerdo de las dos personas más importantes de mi vida. A un lado él; al otro, ella. Cualquier día es bueno para decirles TE QUIERO.

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