lunes, 21 de mayo de 2012

¿LE QUITAMOS LAS RUEDAS DE ATRÁS?

Eran las seis de la tarde. La hora bruja del pequeño que está aprendiendo a montar en bicicleta. Bajo con papá en el ascensor y cada piso que desciende se hace un mundo. Pantalones cortos de cuadros; camisa blanca; rebeca azul marino; tirantes y zapatos gorila. Mi padre ya peina su eterno pelo blanco. Se abre la puerta del ascensor y salgo corriendo al descansillo del tercero de Jardín Atalaya, en Camas, Sevilla. Mármol puro del que resbala. Una carrera de frente y un leve giro a la izquierda para quedarme pasmado delante de aquella puerta. Mi padre me sostiene del hombro templando mi ánimo al tiempo que juega con sus llaves en la cerradura. Se abre la puerta y la oscuridad, el frío, la humedad y el olor a goma de rueda de bicicleta me dan las buenas tardes. ¡Se hace la luz! Allí estaba mi BH roja pequeña esperándome en la esquina de aquel diminuto trastero.
-Papi, ¿vamos a quitarle ya las ruedas de atrás?
-¿Estás seguro? ¿Mira que puedes caerte?
-¡No! Estoy seguro. Quítalas, por favor.
-Vamos allá. Acércame esa caja de herramientas...

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